Fue en Sanborns.

Fue una de esas noches en las que el café me desestabilizo la presión arterial, las voces de mucha gente retumbaban en mis oídos y las lecturas de la conquista, la evangelización, las castas… del examen de historia se acumulaban en mi cansado cerebro. Golpe a golpe de cigarro pedía a gritos acabar. Respire profundo, levante la mirada y ahí estaba ella. Era rubia, alta y de hermosos labios, sí, de esas con las que normalmente soñamos los hombres, solo que esta si existe, o por lo menos en mi realidad. Iba tan bien combinada, con los ojos relucientes de brillo a través de las micas de sus lentes. Tendrá unos 30 o 35 años, tal vez más, tal vez menos. ¿Su nombre? No lo se, me hubiese encantado saberlo. Pero yo la he bautizado como María, las grandes mujeres han llevado ese nombre y ella no puede ser la excepción.

Muchas veces he vuelto a pensar en ella, no creo que sea un ángel, porque ellos no toman café, fuman y platican tan a gusto sin ninguna preocupación. Ahora, cuando voy a algún café o bar, paso la vista con la esperanza de volver a verla. Si la conocí ahí, en sanbors de la gran plaza.