viernes, febrero 29, 2008
lunes, febrero 18, 2008
Una pizquita…pequeña, pequeña, pequeñita.
Si los seres humanos entendiéramos que no sólo somos producto de una simple casualidad, de un ¡BOM! de organismos vivientes o de planetas, estrellas, sistemas espaciales, nadas…o de una tan “asimilable” evolución y de no sé cuanta cosa más que o nos explican, nos enseñan o nosotros mismos nos explicamos o queremos enseñar, y logramos mirar ciertos pequeños detalles que dejamos pasar en nuestra cotidianeidad, entenderíamos posiblemente que esta vida y todo lo que ella trae, no pueden ser ni simples casualidades, ni simples choques espaciales, ni científicas evoluciones…sino que podría tener un factor mucho mas excitante, tal vez menos comprensible, pero no por eso menos razonable. El hombre no siempre tiene que dedicarse a entender, también tiene que tratar de creer. Dejar la desconfianza y el derecho de la duda por algunos instantes, para algunas cosas. Mejor preguntar ¿Para qué?, que exclamar un impulsivo ¿Por qué?.
Los tiempos, los espacios, la nada, el todo, lo que viene, lo que va, lo que vemos, lo que imaginamos, la vida misma rodeada de esto, aquello, eso y más. Nosotros mismos como una maquina casi perfecta, una tierra de contrastes, diferentes formas de mirar, de entender, de ver, de oír, de olor…lo vivo y lo muerto. Lo que sigue después de hoy, y lo que viene después de mañana, lo que se fue. Lo que nos rodea.
Triste sería pensar en un fatídico final, que quedamos solo en la mente, y que nuestra trascendencia es casi inexistente porque estamos ligados a un pequeño limite de tiempo llamado vida. ¿Y si tan solo pensamos en seguir viviendo, después de ese lapso? ¿Y si pensamos en que nuestra maquinaria llamada cuerpo tiene una esencia intangible mas no falsa que se llama espíritu?. ¿ Y si pensamos que podemos creer, soñar, imaginar, confiar, amar, sentir, gozar, lastimar…? tal vez, solamente tal vez después de ello, de todo eso insignificantemente magnifico sabríamos por fin, que somos producto de una gran creación. Falta para eso algo indispensable, un poquitito, una insignificancia de fe en nosotros y en Él.